Había pasado un rato. Los hombres parecían que se habían calmado y dejaron su extraña discusión, pero estaba segura de que la noche ya había caído porque el almacén estaba bastante oscuro. La pantalla de mi teléfono seguía iluminándose de vez en cuando. Pero al menos ya sabía que tendría que esperar ahí toda la noche. Los hombres querían crear expectativa, asustar a las personas que estuvieran esperando mi llegada a casa, para asustarlos un poco más, para asustar más a Nicolás y que facilitara el dinero más fácil. Pero aquello —estaba segura— les saldría bastante mal. No solo me estaría buscando Valentín, sino también Cristian. Y, por alguna extraña razón que yo debía averiguar, el nombre del hombre parecía bastante popular en el medio. Al parecer le tenían un poco de miedo. O al menos no el suficiente como para secuestrar a una de sus protegidas. De todas formas, me quedé ahí muy quieta. No quería dar ningún motivo para que me lastimaran, porque estaban bastante enojados y asustados.