Y cómo se acercó, pero no tuve ni las fuerzas ni el carácter para alejarme, me quedé ahí. Me tomó por los hombros con sus anchas manos, sentí cómo su cuerpo se acercó al mío. Y entonces dejó su frente recostada en la mía y se quedó ahí un largo segundo, sintiendo mi calor, respirando mi propio aliento.
—Lo siento —dijo únicamente—. Ahora sé que no tienes cabeza para nada más, y yo no te voy a pedir que la tengas —comenzó a decirme—. Pero entonces dime, ¿cómo pago estos sentimientos?
Yo no pude imaginar cómo Samuel había podido desarrollar sentimientos por mí en tan poco tiempo. No tenía sentido. Al menos eso pensé, que no tenía sentido. Pero, ¿acaso yo misma no me había enamorado de Nicolás apenas con un par de meses de conocerlo? Así que, ¿cómo podía juzgarlo?
Me dio un casto beso en la frente y luego se apartó.
—Creo que es mejor que me vaya —dijo—. Después me cuentas qué decisión, qué es lo que harás. Pero por ahora te dejo descansar. Lo necesitas.
Y tenía razón. Había tenido una s