171.

A pesar de que había sido una noche realmente poco tranquila, en el momento en el que recosté mi cabeza en la almohada me quedé profundamente dormida. Tal vez sabiendo que, recostada en el pecho de Nicolás, nada me pasaría. O tal vez sabiendo que esa noche había sido demasiado dura para todos, incluso para Oliver, como para que sucediera algo.

Él también amaba a su padre. A pesar de todo lo que había pasado, él había continuado la herencia que habían dejado sus ancestros, él incluido. Y aunque en el fondo yo supe que también estaba de acuerdo con lo que Nicolás había decidido, darle realmente un último adiós era algo realmente complicado.

Esperé, en serio, que al menos por esa noche pudiéramos haber tenido una noche tranquila, y por suerte así sucedió. Dormimos tranquilos y en paz. O, al menos, lo tranquilo y sin paz que pudiéramos haber dormido en esa situación.

El siguiente día, en la mañana muy temprano, la puerta de nuestra habitación se abrió repentinamente y Cristian apareció po
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