Salir de los túneles fue muy fácil gracias a la ayuda de aquel hombre.
—Cuando Oliver caiga, estaremos ahí para contar lo que sabemos —le había dicho a Nicolás.
Teníamos ahora todas las evidencias perfectamente recolectadas. Sabíamos dónde estaba, dónde había escondido el enorme laboratorio que lo mostraba como el enfermo psicópata que es en realidad. Sabía muy bien qué era lo que debía proceder a continuación; al menos Nicolás lo sabía.
Pero había algo que me generaba un poco de duda y miedo. Siempre había dicho que Oliver era mucho más astuto de lo que imaginábamos.
—Siempre... ahora sinceramente ya no lo pienso —me dijo Nicolás, mientras caminábamos por el último pasillo, después de que el hombre nos había indicado que a partir de ahí podíamos ir solos—. Tal vez este hombre tiene razón. Oliver no es más que un tonto. ¿Recuerdas los hombres que te secuestraron, los que decían ser parte del mercado negro, los líderes de la Navaja Suiza?
Yo asentí. Claro que los recordaba. Habían qued