Nos dieron algo de beber. Sinceramente pensé que era algo que tendría alguna especie de droga para adormecernos o controlarnos, pero cuando Nicolás preguntó qué era, el hombre simplemente se encogió de hombros, como si fuese la cosa más normal del mundo.
— Pues aguapanela — dijo.
Y ya.
Me bebí el líquido caliente y no pude evitar sentir que, en efecto, me sentí un poco mejor después de que el dulce líquido atravesara mi garganta.
Después de beber, el hombre se puso de pie y caminó hacia la puerta por la que habíamos entrado.
— A veces hacen redadas — comenzó a decir — . Hace mucho que no, prácticamente desde que tú regresaste a tomar el mandato de la farmacéutica. Ahí nos dimos cuenta que tú no eras como tu hermano.
Las antorchas iluminaban el corredor y todo parecía un poco más limpio y aseado de lo que yo hubiera llegado a imaginar que podría estar una alcantarilla. Las aguas residuales pasaban por la derecha y, por la izquierda, había un pequeño senderito de piedras d