Todos guardaron un largo silencio.
Pero entonces yo me puse de pie.
— No. Yo no — dije, tomando mi plato y dejándolo en la alacena con un poco de rabia — . Yo no conozco lo que pasó después. Así que quiero saberlo.
Isadora ató su rojizo cabello en una cola alta. Parecía que comenzaba a sentirse bastante abrumada, pero no me importaba. Había tenido toda la vida para pensar en lo que diría, no me importaba si se sentía abrumada, yo necesitaba respuestas.
Entonces, eso me miró.
— Las cosas se pusieron terriblemente mal después de eso. Tuve que esconderme. Dalia conoce bien esa historia.
Yo la conocía a medias, había leído su diario, el diario que ahora reposaba bajo tierra detrás de aquel hotel.
— Fueron días oscuros, no te lo voy a negar — nos confirmó Dalia. Fue lo único que dijo la mujer, mientras se volvió nuevamente a observar las personas que pasaban a través de la ventana por la calle.
Y Isadora continuó:
— Yo me di cuenta de que la única forma en la que podría librarme de t