Avanzamos muy despacio. A pesar de que Cristian era bastante fuerte, mi hermano era un hombre pesado. Ya no lo cargó como un bebé: Valentín se subió a su espalda y sujetó con fuerza el cuello del guardaespaldas mientras avanzamos por el túnel, iluminándolo con el flash de nuestros celulares.
— Todo parece muy normal aquí abajo — le comenté.
Pero él me hizo hacer silencio.
— Asegúrense de que, si nos encontramos con alguien, pueda ver mi rostro. El poder que tengo en la superficie no es útil aquí abajo. Pero al menos mi presencia podría infundir un poco de respeto.
— Sinceramente, estás comenzando a asustarme — le dije.
Y entonces Cristian se detuvo en seco y señaló con la punta del pie algo en el suelo.
— Pues creo que tienes razones para estar asustada. ¿Sí o no?
El guardaespaldas señalaba un cráneo que estaba en el suelo. Era un cráneo humano, pero tenía una extraña particularidad. No era la primera vez que yo veía un cráneo humano. Hacía tiempo, cuando era adolescente, nos ha