DAMIÁN ASHFORD
—¡Vaya que has escarbado profundo! —exclamó Camille con ironía y el rostro tenso. Su alegría fingida solo me dejaba en claro lo molesta que estaba por meterme en su vida.
—Si vas a ser mi hermana… No puedes seguir moviendo el culo para hombres asquerosos —solté tomándola del brazo para dirigirla hacia el elevador, pero ella se zafó de mi agarre y me empujó del pecho con ambas manos.
—Eso es lo que pasa cuando tu madre enferma y el trabajo «decente» te paga una mierda —siseó con los ojos inyectados de furia y dolor—. De donde obtengo el dinero no es tu asunto, y si me da la gana regresar a ese maldito congal, lo haré. La sangre no significa nada, porque tú no estuviste ahí cu