NICK HARRIS
«Ten paciencia, un día nos iremos muy lejos, nos retiraremos de todo esto y viviremos en un lugar lindo, con una pequeña casita, donde nadie nos conozca y podamos empezar de cero, solos tú y yo», había prometido Gina en una de tantas noches donde, después de entregarnos, ella descansaba su cabeza en mi pecho y ambos terminábamos con la mirada clavada en el techo, pero viendo más allá de él, casi hasta las estrellas.
«También tendremos un perro. Será un Golden Retriever».
Lo que había empezado como una manera de no sentirnos tan solos, engañándonos a nosotros mismos, convenciéndonos de que solo éramos compañeros con privilegios, sexo sin compromiso, un común acuerdo que mantenía los sentimientos fuera, en realidad nos uníamos más, no solo en la cama, sino día a día, fingiendo trabajar en esa enorme empresa o defendiendo a Damián de cualquier amenaza, pero siempre juntos.
«Y… ¿tendremos hijos?», había preguntado esa noche, la última que compartimos. Si lo hubiera sabido,