MOLLY DAVIS
Deteniéndose justo cuando ya se había puesto los pantalones, Alexei comenzó a vestirme a mí, como si fuera su muñequita personal, ajustando la cremallera de mi vestido, acomodando los tirantes e incluso hincándose ante mí para ponerme los zapatos. Todo lo hacía con una adoración que hacía temblar mi corazón, mientras dejaba pequeños besos en mis hombros, en mi cuello e incluso en mis piernas, así como caricias sutiles, como si no se sintiera capaz de controlar sus deseos por tocarme.
Cuando por fin bajamos al comedor para desayunar, noté como se tensaba con cada paso que avanzábamos. En la mesa ya estaba Sergei, a la cabeza, y Nadia a su lado, ambos ignorando el desayuno frente a ellos.
Alexei me ofreció la silla con cuidado y caballerosidad, ignorando la hostilidad de su familia, enfocándose solo en mí.
—Pareces muy tranquilo después de que asesinaste a mi ayudante —dijo Sergei entornando los ojos al verme. Cuando más nerviosa me sentía, Alexei acercó un trozo de melón