ALEXEI MAKAROV
Todo iba bien, había tomado la cárcel con los pocos hombres que había llevado. Los policías se quitaron del camino y todo se manejaba en calma, tranquilo, sin alteraciones ni muertes innecesarias, hasta que llegué hasta la celda de Bastián… estaba vacía.
Entonces todo se volvió caos.
Justo cuando estábamos en el centro de todo, los disparos y los gritos nos envolvieron. Respondimos, pero no fue suficiente. Alguien más se había adelantado y la lista de nombres comenzaba a correr por mi mente.
Salí de la cárcel con un único hombre en pie, que se quedó a medio camino hacia el auto. Apenas yo pude entrar, con un agujero en el abdomen y la rabia creciendo en mi pecho. ¿Quién había mandado a tanta gente por el mismo hombre que yo buscaba?
Entonces los vi a unos metros, metiendo a Bastián en una camioneta, aún con su overol naranja y un chaleco antibalas. El dolor era inmenso, pero más grande era mi frustración e ira. Aceleré, pisando a fondo. No me importó la lluvia de bal