JAMES CARTER
—Señorita Rocío, se ve muy linda el día de hoy —dijo Ágata recuperando la compostura—. Se ve que el ejercicio con el libro ha surtido efecto, tu postura es apropiada, ya no desgarbada como de costumbre.
—Sí, supongo —contestó Rocío alisándose la falda y con esa actitud nerviosa. No parecía orgullosa de su logro y la comprendía, podía apostar que sentía que estaba dejando de ser quien era para convertirse en alguien más, y eso no es muy agradable cuando eres feliz como estabas.
—Bien, para pulirte más cambiaremos los libros por un vaso de agua —agregó Ágata haciendo que Rocío abriera los ojos con sorpresa.
—¡¿Un vaso de agua?! —exclamó—. La casa terminará llena de vidrios por todos lados.
—Espero que no, no quisiera que terminaras bailando sobre ellos, porque sí, esa es la lección de hoy y nos acercamos mucho al final de tu entrenamiento —contestó Ágata con orgullo.
—¿Mi lección de hoy es bailar sobre vidrios? —preguntó Rocío no muy convencida, pero tampoco sorprendida