JAMES CARTER
—Estás empacando… —susurró Rocío a mis espaldas, logrando ponerme tenso.
Después de esa clase de baile que tristemente no llegó a nada gracias a Ágata, recibí la llamada de Lucien, había trabajo que hacer, o más bien, que terminar. Ya había estado observando mi objetivo con atención, tenía la información que necesitaba y era momento de actuar, ahora que las aguas estaban aparentemente quietas.
Rocío se acercó y tomó la peluca llena de canas entre sus manos, confundida. De inmediato se la arrebaté, no quería que dejara su ADN. Aunque siempre era cuidadoso al terminar mi trabajo, no quería que quedara la mínima probabilidad de que la inculparan.
—¿Por qué no hablas? —preguntó cruzándose de brazos y encogiéndose de hombros.
—Hablo contigo —contesté con media sonrisa antes de seguir empacando. Pude notar su sonrisa a través del espejo. Había algo en ser único para alguien, ella lo era para mí y lo comenzaba a comprender.
—Pero no sueles hacerlo —agregó y entonces volteó hac