JAMES CARTER
Me senté en el borde de su cama y Rocío se removió suavemente, silenciando por un momento sus ronquidos de motocicleta descompuesta. Negué con la cabeza y sonreí. Justo eso me encantaba de ella. No era precisamente una princesa. Eché un vistazo hacia el resto de su cuerpo que se había perdido del cobijo de las sábanas.
Una vieja playera de Queen y… no unas bragas de encaje, ni siquiera de algodón, unos boxers holgados, naranjas, a cuadros. Creo que teníamos un mantel con la misma tela. Negué de nuevo con la cabeza y apoyé la frente sobre la palma de mi mano mientras contenía una sonrisa.
Podría verse poco atractiva, incluso ridícula, pero aun así mis manos hormigueaban por las ganas de deslizar esos boxers por sus piernas y despojarla de esa camiseta. Mis pensamientos me atormentaban cada vez que la acompañaba en su cama, mi corazón se aceleraba y me imaginaba lo que se sentiría hacerla mía, podía imaginarla gimiendo de placer y aferrándose a mí en medio de un orgasmo.