LUCIEN BLACKWELL
—De pronto se me perdieron de vista los niños… en verdad, lo siento mucho —agregó Camille una vez que estuvimos solos. Cuando volteé hacia ella de nuevo me sentí culpable por preocuparla.
—No tienes que disculparte —respondí tomando su mano y besándola con cariño.
—Prometí cuidarlos y se me escaparon, sé lo importante que es para ti estar en calma dentro del invernadero y…
Antes de que terminara, tomé su rostro entre mis manos y la besé, robándome su aliento, alimentándome de su alma. Recuperando la paz que había perdido, gracias a su calor y su aroma.
—Está bien… —susurré contra sus labios—. Nunca lastimaría a los mellizos, sé cuánto te importan y cuanto los quieres.
Aún recordaba la manera protectora en la que se mostró aquella vez que la visité en el «chalet» de Damián y me la llevé. Desde ese día había demostrado que sería una madre protectora.
—¿Dónde está Andy? —pregunté mientras examinaba su hermoso y angelical rostro.
—Fue a buscar a Damián, no contesta el