ANDY DAVIS
Salí apurada del auto, llevando en una bolsa el helado prometido. Creí que esa visita a la heladería sería suficiente para dejar de pensar en lo que había hablado con John y su madre, pero no, en realidad sus palabras no dejaban de dar vueltas en mi cabeza.
El peso de sus amenazas comenzaba a ser molesto e incómodo. ¿En verdad podríamos contra ellos?
Con algo de dificultad saqué mis llaves del bolso, pero antes de poder encajarlas en la chapa, la puerta se abrió lentamente, dejándome ver a Damián con gesto serio y mirada profunda.
—Regresaste temprano… —susurré asombrada. Pensé que tendría tiempo para recomponerme.