Capitulo 37

El primer sentido en volver a Sabrina fue el olfato. El denso olor a antiséptico, propio de un botiquín de primeros auxilios bien provisto, luchaba por dominar el aroma a madera seca de la cabaña. El sonido de un fuego crepitante cerca le dio una extraña sensación de hogar, un contraste inquietante con el terror que recordaba.

Abrió los ojos. La habitación era cálida y de techos bajos, muy acogedora, pero ajena. Una lámpara de aceite proyectaba un círculo suave de luz dorada sobre la cama y la pared de piedra.

Una figura estaba sentada a su lado. Era una mujer, de cabello tan oscuro que parecía absorber la luz, con una belleza incisiva y una mirada que oscilaba entre la alerta profesional y una preocupación genuina. Llevaba ropa sobria, práctica, y sus manos enguantadas estaban perfectamente cruzadas sobre las rodillas.

Ángela, fue la primera en hablar, su voz baja y aterciopelada.

—Jefa. Qué alivio. —Ángela se inclinó levemente, su voz llena de respeto formal—. ¿Cómo se siente? No s
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