Capitulo 25

El sol apenas se elevaba, tiñendo el cielo con tonos naranjas y carmesíes, un contraste brutal con el gris ceniza de los hombres que velaban la mansión. Sabrina se despertó con un sobresalto, su cuerpo tenso como una cuerda de arco. El presentimiento del día anterior se había transformado en una certeza fría: hoy era el día. La ansiedad se alojaba en la boca de su estómago como un pedazo de hielo.

Se levantó y se dirigió al ventanal. La actividad frenética de la noche había cesado, dejando la mansión en un silencio absoluto. El garaje estaba extrañamente vacío, las estanterías de la biblioteca donde antes había valiosas colecciones ahora tenían huecos notables, y el aire, despojado de los olores a cuero y tabaco de Enzo, se sentía limpio y vasto. El vaciado había sido total.

En el pasillo principal, encontró a Franco y a Vittorio. No estaban en sus usuales posturas profesionales. Estaban sentados en dos sillas de caoba, junto a la sala de seguridad, visiblemente exhaustos. Ambos tenía
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