La noticia.
El reloj marcaba las nueve en punto cuando Peter estacionó frente al consultorio. Jessy llevaba las manos en su regazo, entrelazadas tan fuerte que sus nudillos se veían blancos. Tenía la mirada clavada en la puerta de vidrio con el letrero verde de “Laboratorio Clínico”.
Peter apagó el motor y la observó en silencio por unos segundos antes de hablar.
—Va a salir bien —dijo en voz baja, colocando su mano sobre la de ella.
Jessy giró el rostro para mirarlo. Tenía los ojos cargados de miedo, cansancio y… algo más. Algo que Peter no podía descifrar.
¿Estás seguro de que quieres entrar? —preguntó ella con un hilo de voz.
—No pienso dejarte sola —respondió él con firmeza.
Entraron juntos. El pasillo olía a desinfectante y las sillas de espera estaban casi todas ocupadas por personas que miraban sus teléfonos o leían revistas viejas. Peter la ayudó a sentarse y fue al mostrador para informar que habían llegado. Cuando regresó, le acarició suavemente el muslo.
—En unos minutos nos llamarán.