El derrumbe de los sentimientos.
Ethan abrió su cartera mientras caminaba por la cera oscura. Revisó el interior con el ceño fruncido: solo había un billete arrugado de veinte y unas monedas. Sus tarjetas estaban al límite y no le quedaba más remedio que usar el transporte público.
Caminó hasta la siguiente parada, con las luces de los autos reflejándose en sus ojos vidriosos. Se subió al autobús con las manos en los bolsillos, se sentó junto a la ventana y miró sin ver mientras la ciudad se deslizaba frente a él.
“¿Cómo mierda pasó esto?”, se repetía una y otra vez. Apretaba los dientes y sentía el estómago revuelto.
Bajó frente al bar de siempre, un lugar pequeño y oscuro donde conoció al dueño. Entró directo, con paso firme y la mirada perdida.
—¿Qué te traigo hoy, muchacho? —preguntó el cantinero, un hombre robusto con barba gris.
—Lo de siempre… —respondió Ethan con voz apagada.
Pidió una botella de Jack Daniel's. La primera le endurece dos horas.
Mientras tanto, en casa de Jessy, el reloj marcaba las ocho de la