LEO
Nunca antes he traído a una mujer aquí. Este es mi sitio, dónde nadie me molesta y no tengo que escuchar gilipolleces. Así que no sé por qué estoy haciendo lo que hago. Bueno, sí. Anastasia necesita salir de ese apartamento, y divertirse un rato. La veo todos los días a punto de tirarse de los pelos si su vida sigue siendo madrugar, poner cafés, y llevar una rutina tan cuadriculada.
—Vamos a por algo de beber, ¿qué quieres?
Ella levanta la cabeza, sus ojos azules destellan con la adrenalina que quería ver en ellos.
—¿Aquí se puede comprar algo?
—No, pero te puedo conseguir lo que quieras.
No he dado ni dos pasos cuando siento sus manos aferrarse a mi brazo. Sus uñas casi traspasan la tela de mi chaqueta de lo fuerte que me sujeta. Me giro un poco, lo justo para mirarla, y ella no me suelta, sus ojos buscando los míos como si necesitara saber que no voy a dejarla sola en este caos. Joder, esa mirada. Quiero ser este tío para ella, el que hace que se sienta segura.
Sin pensarlo, des