LEO
Por la mañana, es la primera vez que me despierto y Anastasia sigue en la cama. Desnuda. Su pelo rubio está esparcido sobre las almohadas, y me respira tranquila contra el cuello. Su cuerpo está pegado al mío, una pierna enredada entre las mías, y su mano descansa sobre mi pecho, justo donde los tatuajes se arremolinan.
No quiero moverme, sobre todo para no despertarla, pero el cabronazo de Koda está arañando la puerta de mi habitación, y sigue así por mucho tiempo va a empezar a ladrar para joderme la mañana.
Resoplo, intentando no hacer ruido, y me deslizo con cuidado fuera de la cama, desenredándome de sus piernas como si estuviera desactivando una bomba. Ella murmura algo, se gira un poco, pero no se despierta.
Me pongo unos vaqueros y una camiseta vieja, agarro la correa de Koda, y lo saco antes de que arme un escándalo. El perro me mira con esa cara de “ya era hora, imbécil” y baja las escaleras saltando como si tuviera un muelle en el culo.
Mientras caminamos por la calle,