ANASTASIA
El jardín trasero de la casa de Lou y Marko está transformado en un caos de colores, globos y risas infantiles. Hay una mesa larga cubierta con un mantel de unicornios, llena de dulces con glaseado rosa, bandejas de sándwiches con formas de estrellitas y un castillo hinchable que rebota con una docena de niños gritando. Margot cumple cinco años hoy, un año menos que Lily, pero cualquiera diría que son gemelas por cómo se entienden. Las dos se llaman “primas” aunque no compartan sangre, y se quieren como si fueran hermanas.
—¿Cuántos putos niños hay aquí? —suelta Alex, ajustándose un gorrito de fiesta ridículo que Lou le ha obligado a ponerse.
Lou, que está colocando una bandeja de limonada, lo apunta con otro gorrito como si fuera un arma.
—Sin insultos. Margot ha querido invitar a toda su clase, y aquí están. —Se gira hacia mí, atusándome el pelo como si fuera una cría, y me coge de la mano—. Ven, Stas, ayúdame con los canapés.
Me dejo arrastrar a la cocina, donde el caos e