Miranda se había quedado callada, con la mirada fija en Luis Fernando. La tensión en la oficina era evidente, y Mercedes observaba la situación con una mezcla de curiosidad y preocupación, sin imaginarse el porqué de la reacción de su nueva asistente.
Luis Fernando, por su parte, sonreía mientras mantenía su mano extendida, esperando que Miranda correspondiera su saludo. Sin embargo, ella parecía estar en un estado de shock. En un primer momento, le había parecido un hombre guapísimo, pero ahora se daba cuenta de que era el centro de su misión, la razón por la cual había conseguido el trabajo en la empresa Ripoll.
—¿Miranda, vas a dejar a Luis Fernando con la mano extendida? —le preguntó Mercedes, extrañada por la falta de respuesta.
—Ah, sí, perdón, me distraje por un momento. Mucho gusto, señor Ripoll —dijo Miranda, con nerviosismo; su mano temblaba mientras intentaba mantener la compostura.
—Encantado, Miranda. Puedes llamarme Luis Fernando —respondió él, con la mirada fija en ella