Grecia temblaba ansiosa, esperando la respuesta de Laura. Su corazón latía con fuerza, deseando saber quién era el padre de esa hija que nadie sabía que tenía. Cada minuto que pasaba se sentía como una eternidad, y la tensión entre ambas crecía. Laura, por su parte, sentía un nudo en la garganta; no era fácil para ella hablar de ese oscuro pasado que la había convertido en una persona amargada y llena de dolor.
—Por favor, Laura, solo necesito que me digas quién es —insistió Grecia, con una voz muy cálida intentando de que Laura, sintiera confianza en ella.
Justo antes de que Laura pronunciara el nombre, comenzó a sentir una ansiedad que la envolvía. Recordar ese pasado la atormentaba, y de repente, no pudo contenerse más. Gritó con pánico:
—¡Nooo! ¡No quiero! ¡No quiero decirlo! ¡Él me va a hacer daño! ¡Él me lastima! ¡Noooo, no quiero!
Grecia, viendo cómo Laura se hundía en su propio tormento, trató de calmarla con dulzura.
—Cálmate, Laura, por favor. No te pongas así. Est