—Laura me confesó que tiene una hija de diez años —dijo Grecia lanzando la noticia sin ningún tacto, solo se quedó observando cómo la expresión de Luis Fernando se transformaba en asombro. Era lo más absurdo que había escuchado en mucho tiempo, su espresión reflejaba incredulidad. Frunció el ceño mirando a Grecia de forma extraña.
Luis Fernando se quedó boquiabierto, como si no pudiera procesar lo que acababa de escuchar. Él conocía a Laura mejor que nadie, o al menos eso creía hasta ese momento. La idea de que Laura tuviera una hija parecía tan descabellada que le costaba imaginarlo.
—¿Pero qué locura estás diciendo, Grecia? Eso no puede ser. Además, ¿no te das cuenta de que Laura no está en sus cabales? Es lógico que diga incoherencias. Lo que me extraña es que tú le hayas creído todas esas locuras que te dijo —respondió, con una expresión llena de asombro y escepticismo.
Grecia sintió cómo la frustración la invadía, haciéndola sentir impotente. Sabía que esto no sería fácil, pero