Mercedes abrió los ojos con asombro y, en un arranque de furia, exclamó:
—¿Pero se puede saber qué haces aquí, Miranda?
Miranda, con una actitud altiva y prepotente, la miraba con una expresión retadora que enfureció aún más a Mercedes. La tensión entre ambas era evidente, y el ambiente se volvió tenso.
—Y bien, Miranda, te hice una pregunta. ¿Qué haces aquí? ¿Acaso recursos humanos no te pagó ayer el cheque con tu sueldo? —inquirió Mercedes, intentando mantener la compostura.
—Sí, no te preocupes por eso, Mercedes. Me pagaron lo justo, y te lo agradezco —respondió Miranda, esbozando una sonrisa llena de malicia.
—Entonces, ¿qué haces aquí? —preguntó Mercedes en un tono determinante, sin poder ocultar su creciente irritación.
—Es que hoy comienzo a trabajar con Luis Fernando, supliendo a su asistente —le respondió Miranda, con una sonrisa que evidenciaba claramente que estaba disfrutando de la situación.
Mercedes sintió que la rabia le subía hasta la cabeza. La idea de