Había pasado una semana desde que Grecia y Guillermo se habían instalado en la mansión de Nueva York. La vida en la gran ciudad era un torbellino de emociones y nuevas experiencias. Desde el momento en que llegaron, todo parecía marchar como “miel en hojuelas”. La relación entre ellos se había consolidado, creciendo más fuerte cada día que pasaba. A pesar del recuerdo de Luis Fernando, que ahora se había convertido en un pasado amargo pero inolvidable, Grecia se había propuesto hacer todo lo posible para ser feliz al lado de Guillermo.
Guillermo, por su parte, estaba ansioso por retomar su trabajo en el restaurante. Sabía que su pasión por la cocina no solo era un medio de vida, sino también una forma de expresar su amor por la gastronomía. Sin embargo, había algo que lo mantenía en suspenso. Tanto él como Grecia tenían una misión en mente: presentarse en la empresa Ripoll y reclamar lo que por derecho ambos merecían. Era un paso necesario para cerrar el capítulo de su pasado y abri