21. Descubrir la verdad
Catalina
No he dormido. No puedo.
No sé qué hora es exactamente, pero el espacio al lado de mi cama está vacío y me sorprende que Samuel no haya venido corriendo a mi habitación.
Pero agradezco en silencio la soledad, la necesito, al menos por unos segundos y así poder poner en orden mis pensamientos.
Toda la noche estuve recreando en mi mente la conversación con Gabriel y me ha dejado con una ansiedad que se me pega al cuerpo como una sombra. Paso las horas repitiendo cada palabra, cada silencio, cada mirada.
Y lo peor es que ni siquiera sé qué siento.
No dejo de pensar en esa pregunta final que me lanzó justo antes de que saliera de la sala de reuniones: “¿Qué era eso que debías decirme que no podías hacerlo por teléfono?”
No le respondí. Y aunque parte de mí grita que fue lo correcto, otra parte... otra parte está cansada de correr.
Estoy molesta, pero también confundida. Me siento expuesta. Vulnerable. Como si con solo mirarme hubiese removido algo que creía enterrado.
El sonido d