11. ¿La alejaron de mi?
Gabriel
El silencio en mi apartamento es tan espeso que parece tener peso. Me quito la chaqueta con movimientos automáticos, la dejo caer sobre la silla del comedor y me paso las manos por el rostro mientras avanzo hacia el ventanal.
Desde aquí se ve la ciudad, viva incluso a estas horas, pero yo me siento como si hubiera quedado atrapado en un recuerdo.
Catalina.
Su voz, su mirada, su rabia contenida, todo sigue golpeándome como un eco. Y luego está él... el niño.
Samuel.
Ese nombre me retumba en la cabeza desde que lo escuché. No solo por lo dulce y peculiar que resultó ser, sino por la forma en que me miró. Esa mirada... joder. ¡Era como verme a mí mismo!
Y no solo eso, tenía los mismos ojos que mi abuela, los que todos decían que eran mi marca registrada. Pero lo peor no es eso, lo peor es que no puedo dejar de pensar en lo que Catalina dijo.
“Te llamé más de cincuenta veces. Te escribí. Fui a la empresa”.
Todo esto me está enloqueciendo y me está jodiendo la cabeza con cosas que