Los recuerdos del olor de Xylos permanecían fijos en la memoria de Vecka, por lo que su respiración se agita y su piel se cubre de un calor desconocido para ella. Era una sensación de necesidad que nacía de lo más profundo de su ser, una mezcla de ansiedad y deseo que no lograba contener. Cerró los ojos y exhaló con fuerza, tratando de acallar los pensamientos que giraban siempre en torno al mismo nombre, Xylos.
Su calor, su olor a bosque y lavanda que estaba grabado en cada fibra de su ser. Vecka jadeo, cuando se palpo su centro encontrándose húmeda. Los latidos de su corazón se volvieron frenético, gimió bajo mientras frotaba su clítoris y al mismo tiempo pellizcaba uno de sus pezones.
Cuando introdujo los dos dedos dentro de ella casi explota, pero el sonido de su puerta abriéndose la paralizó completamente, y allí estaba él. Con aquellos ojos dorados, y una bata negra sosteniendo con fuerza el pomo de la puerta. Durante ese instante nadie hablo, y el aire entre ellos se volvió