En el momento que Vecka abandono la cocina dejando a una sonriente Binah, Polaris ingreso con sus brazos cruzados.
—No sé qué te impulsa a provocarla —dijo, mirándola con desaprobación—, pero te advierto algo, Binah: no estás aquí por gusto. Estás para controlarlo, no para destruir lo poco que queda de su control.
Binah levantó una ceja.
—¿Temes que pierda la razón?
—Temo que la pierdas tú —replicó Polaris—. Porque si ella sangra o sufre por tu culpa, no habrá nadie que te proteja.
Binah no respondió, pero el temblor en su mano delató que entendía la amenaza, sin embargo, ella tiene un objetivo en la casa. No permitirá que le quiten lo que le pertenece, mientras que Vecka caminaba con pasos rápidos por el pasillo. La furia se había instalado en su pecho, ardiendo como una hoguera imposible de apagar. Cada palabra de Binah resonaba aún en su cabeza: “Está ocupado...”.
La rabia, el cansancio y el orgullo la impulsaban. No pensaba. Solo actuaba.
Subió las escaleras hasta la habit