Aquel beso fue breve, Marta apartó el rostro, ruborizada ante las miradas y aplausos que uno a uno se fueron sumando en ese momento.
Marcos sonrió levemente.
—Continuemos —ordenó la instructora.
Marta inhaló tratando de recuperar el control de su cuerpo y de calmarse.
La mañana avanzó con rapidez, como si ambos desearan que pronto terminara aquella tortura. Aunque continuaron enfocados en las actividades y ejercicios, sus cuerpos ardían de deseo.
—Tomaremos un descanso de dos horas. En ese tiempo podrán almorzar y dar un paseo por nuestras instalaciones.
Las parejas comenzaron a salir una detrás de la otra. Marcos se levantó del asiento y ayudó a Marta a incorporarse lentamente, mientras la instructora los observaba con satisfacción. Tomó su cartera de encima de la mesa y salió de la sala. Antes de hacerlo los miró a ambos.
—Si necesitan conversar, pueden permanecer aquí.
—No, no es necesario —Se adelantó Marta a responder.
—Está bien, tómense su tiempo —dijo y cerró la puerta