La alarma no dejaba de sonar. Sirenas, gritos, luces intermitentes. Todo era caos.
Valentina se cubrió la boca con una mano mientras observaba desde el asiento trasero del auto blindado de Alejandro las llamas devorar el almacén de textiles de su familia. El mismo donde almacenaban las telas de la nueva colección que había diseñado con tanto esmero.
—Dios mío… —murmuró, sin poder apartar la mirada del fuego.
Alejandro bajó del auto antes de que este se detuviera por completo. Ordenó a su jefe de seguridad que protegiera a Valentina y corrió hacia el comandante de los bomberos.
—¿Hubo víctimas? —preguntó con voz tensa.
—Aún no lo sabemos. El fuego se inició en dos puntos distintos, lo cual indica que fue provocado.
La noticia cayó como una losa en el pecho de Alejandro. No era solo un mensaje… era una advertencia. Y el blanco no era solo él, era ella también.
Valentina bajó del auto pese a las protestas del guardia. Se acercó a Alejandro, aún con el rostro cubierto por el humo.
—Esto no fue un accidente —dijo con voz firme, aunque le temblaban las piernas.
—No —respondió Alejandro, tomándola suavemente del brazo—. Y no pienso permitir que te vuelvan a poner en peligro.
Ella lo miró. Había sinceridad en sus ojos, pero también algo más profundo. Culpa. Miedo. Determinación.
—¿Tú crees que esto tiene que ver con lo que hablamos esta mañana?
—No tengo dudas. Y sospecho que hay alguien dentro de nuestras empresas que se beneficia con todo esto.
—¿Alguien que quiere destruirnos desde dentro? —preguntó ella, apretando los labios.
—Exactamente. —Alejandro la miró directamente a los ojos—. Por eso necesito que confíes en mí, Valentina. Vamos a descubrir quién está detrás, pero solo si estamos juntos en esto.
Ella dudó un segundo. Todo en su interior gritaba que debía protegerse, alejarse, encerrarse. Pero algo en la forma en que Alejandro sostenía su mirada le hizo bajar la guardia, solo un poco.
—Está bien —dijo, finalmente—. Pero con una condición.
—¿Cuál?
—Quiero acceso total a tu equipo de investigación privada. Y quiero leer el informe completo de lo que ocurrió con mi padre. Si tú no tienes nada que esconder, no habrá problema.
Alejandro asintió sin pensarlo.
—Hecho.
De regreso en la mansión, Valentina recibió una llamada de su madre. Clara estaba nerviosa, con la voz entrecortada.
—¿Estás bien? Me dijeron que hubo un incendio…
—Estoy bien. Pero necesito que hablemos. Mañana. A solas.
—¿Pasa algo?
Valentina dudó. No quería alarmarla más de lo necesario.
—Solo quiero entender ciertas cosas. Del pasado. De papá.
Hubo silencio al otro lado de la línea. Luego, Clara respondió:
—Está bien. Mañana. En casa.
Colgó con el corazón latiendo con fuerza.
Esa noche, mientras la mansión dormía, Valentina salió al jardín. Alejandro la encontró ahí, sentada junto a la fuente.
—No vas a poder con esto sola —le dijo con suavidad.
—Lo sé —respondió ella, sin mirarlo—. Pero no confío fácilmente.
Él se sentó a su lado. Por un momento, no hablaron.
Hasta que Alejandro rompió el silencio con una promesa:
—No sé quién está detrás de todo esto. Pero juro que no dejaré que te hagan daño.
Y en la oscuridad, mientras una brisa fría acariciaba la noche, Valentina supo que, aunque aún no lo amaba… una parte de ella ya no podía imaginar esta lucha sin él.