Una semana después de firmar el acuerdo, Valentina y Alejandro asistieron juntos a una gala benéfica organizada por el gremio de diseñadores y empresarios textiles. Era su primera aparición pública como pareja comprometida, y aunque todo era parte del contrato, los flashes y las miradas no dejaban de perseguirlos.

—Relájate —le susurró Alejandro al oído mientras caminaban por la alfombra roja—. Piensa que esto es solo una pasarela más.

Valentina fingió una sonrisa para las cámaras, pero por dentro su mente seguía dándole vueltas a la fotografía que había encontrado. Su padre y Alejandro compartiendo un pasado que él había preferido omitir. ¿Por qué?

Durante el cóctel, varias personas se acercaron a felicitarlos por su “compromiso”. Alejandro manejaba cada conversación con elegancia. A su lado, Valentina sentía que jugaba un papel que no entendía del todo.

Hasta que apareció Marcos Elizalde.

—Valentina, qué sorpresa verte aquí —dijo con una sonrisa torcida. Era un viejo amigo de la familia, pero con reputación de sabueso empresarial.

—Marcos —respondió ella con una sonrisa tensa.

—¿Tú y Alejandro? Vaya… No pensé que fueras el tipo de mujer que mezclaría negocios con… lo personal —añadió, dejando en el aire una insinuación venenosa.

—¿Y tú sigues siendo el tipo de hombre que no sabe cuándo callar? —replicó ella sin perder la elegancia.

Alejandro intervino, con voz firme pero serena.

—Si tienes algo que decir, Marcos, dilo con claridad.

—No es necesario. El pasado siempre encuentra la manera de salir a la luz —respondió Elizalde, antes de alejarse.

Valentina sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Qué quiso decir con eso? —preguntó en voz baja.

—Nada importante. Solo envidia —dijo Alejandro, aunque sus ojos evitaban los de ella.

Más tarde, cuando la fiesta ya estaba en su punto más alto, Valentina se escabulló al jardín del salón. Necesitaba aire. Y respuestas.

Alejandro la siguió poco después.

—¿Por qué no me contaste que conociste a mi padre? —preguntó ella directamente.

Él suspiró, como si hubiera esperado esa pregunta.

—Porque fue hace mucho tiempo. Tenía veinte años y apenas comenzaba en el mundo empresarial. Tu padre me dio una oportunidad cuando nadie más lo hacía.

—¿Y qué pasó entre ustedes?

Alejandro guardó silencio unos segundos.

—Una traición. No fui yo… pero él creyó que sí. Y me cerró todas las puertas. Me costó años limpiar mi nombre. Por eso no lo mencioné. No quería arrastrarte a eso.

Valentina lo miró sorprendida. Por primera vez, su voz sonaba vulnerable. Humana.

—A veces, Alejandro, ocultar la verdad es más peligroso que enfrentarla.

—Lo sé —respondió—. Por eso te estoy diciendo esto ahora. Y porque… te estoy empezando a respetar más de lo que creí posible.

Las palabras quedaron suspendidas en el aire, cargadas de un significado que ninguno de los dos se atrevía a explorar del todo.

Pero antes de que pudieran continuar, el celular de Valentina vibró. Un mensaje anónimo.

“Si no te alejas de Alejandro… descubrirás lo que le pasó realmente a tu padre.

Ella leyó la amenaza varias veces, con el corazón desbocado. No sabía si temer por Alejandro… o por la verdad.

La noche seguía sonando con risas y copas de vino, pero para Valentina, la fiesta había terminado. Ya no había vuelta atrás