Capítulo 3 – Secretos entre líneas
La fiesta continuaba a su alrededor como si nada hubiese pasado, pero para Valentina, todo había cambiado.
El mensaje anónimo seguía brillando en la pantalla de su celular:
“Si no te alejas de Alejandro… descubrirás lo que le pasó realmente a tu padre.”
Guardó el teléfono con rapidez, como si esconderlo también ocultara el miedo que comenzaba a escalarle por la espalda. Respiró hondo e intentó mantener la compostura, pero su mente ya no estaba allí.
Alejandro la miró con atención. —¿Todo bien?
—Sí… solo un mensaje de trabajo —mintió, forzando una sonrisa.
Pero él no parecía convencido.
—¿Quieres salir a tomar aire? Esta gala puede ser agotadora.
Valentina asintió. Una vez fuera, en el jardín iluminado tenuemente por faroles colgantes, el aire fresco le permitió pensar con algo más de claridad. Alejandro caminaba a su lado, en silencio, dándole espacio.
—¿Tienes enemigos, Alejandro? —preguntó de pronto.
Él arqueó una ceja, sorprendido. —Muchos. ¿Por qué?
Valentina titubeó. —Solo… curiosidad. Este mundo empresarial es más turbio de lo que imaginaba.
Alejandro la observó fijamente, como si tratara de leerle el pensamiento. —¿Recibiste alguna amenaza?
Ella desvió la mirada. —No lo sé. Tal vez solo fue una broma de mal gusto.
—En este negocio, Valentina, nadie bromea —respondió con seriedad.
Hubo un momento de silencio incómodo. Valentina decidió cambiar el tema. No podía confiar en él todavía… pero necesitaba su ayuda, y fingir era parte del trato.
—Sobre el contrato… estoy dispuesta a firmar.
Alejandro frunció los labios. —¿Tan rápido cambiaste de opinión?
—No lo hago por ti. Lo hago por mi familia —respondió, con el tono firme que solía usar cuando dirigía su equipo de diseño.
Él asintió lentamente, con algo que parecía respeto en su mirada. —Entonces lo firmaremos mañana. Pero debes saber que una vez que lo hagamos, todo cambiará. Apareceremos en prensa, habrá rumores, especulaciones… y no podrás echarte atrás fácilmente.
—Estoy lista —mintió otra vez.
Horas más tarde, ya en su apartamento, Valentina dejó caer el bolso en el sofá y se quitó los tacones. Lo primero que hizo fue volver a leer el mensaje. Y esta vez, no lo ignoró.
Fue hasta la caja fuerte de su padre —que aún conservaba en casa— y sacó una vieja carpeta marcada como “Confidencial”. Entre los papeles polvorientos, encontró el informe médico de su muerte.
“Infarto agudo de miocardio”, decía el parte oficial.
Pero Valentina notó algo extraño: en el margen inferior, había una anotación a mano que nunca antes había visto.
“Incongruencias en el análisis toxicológico. Solicitar revisión.”
Su corazón latió con fuerza.
¿Su padre realmente murió de causas naturales?
¿O alguien se había encargado de silenciar la verdad?
En ese momento, su teléfono volvió a vibrar. Un número desconocido. Al contestar, una voz distorsionada habló con tono frío:
—Si firmas ese contrato… tú podrías ser la próxima en morir.
Valentina soltó el teléfono y retrocedió, el pánico grabado en cada célula de su cuerpo.
Y por primera vez desde que todo esto comenzó, se preguntó si casarse con Alejandro Martínez no solo era un error… sino una sentencia.