Alina
Sigo sintiendo el calor del aliento de Damon sobre mi piel, la presión de sus labios marcando el hueco de mi cuello. Allí donde me mordió, la quemadura persiste, dulce y perturbadora a la vez. Mi sangre pulsa aún bajo su mordida, como si reclamara su contacto.
Sin embargo, la sombra de Caelan acecha en la habitación.
Damon está de pie cerca de la ventana, sin camisa, la espalda tensa como una cuerda a punto de romperse. La luna ilumina su silueta, dibujando cada músculo bajo su piel. Su respiración es irregular, su mandíbula contraída. Lo conozco demasiado bien. Está a punto de explotar.
— Damon…
No responde. Se limita a mirar la noche más allá del cristal, con los puños apretados. El brillo plateado de la luna danza sobre su piel, revelando la tensión en sus músculos.
Me acerco lentamente, posando una mano en su espalda. Se tensa bajo mi contacto, pero siento el calor de su cuerpo bajo mis dedos.
— Damon, háblame…
— Ha marcado tu alma.
Su voz es áspera, cortante.
— Pero bebiste