Damon
El silencio que sigue a la luz no está vacío.
Tiene una textura, un peso.
Se instala en la sala como una marea que sube, se desliza bajo las puertas y llena cada espacio, hasta ahogar nuestras respiraciones.
Nadie habla.
Nadie se atreve a moverse.
Es como si nuestros cuerpos hubieran entendido, incluso antes que nuestra mente, que romper este silencio sería un sacrilegio.
Veo a los Ancianos levantar la cabeza lentamente, muy lentamente, como viajeros que salen de una caverna para ver un cielo desconocido.
Algunos parpadean, como para ahuyentar un deslumbramiento que ya no tiene lugar.
Otros permanecen fijos, petrificados por lo que han visto.
El Maestro Kelor sigue de rodillas. Sus manos tiemblan.
No hay miedo. Ni siquiera emoción.
No… hay reconocimiento.
El reconocimiento puro, crudo, de aquel que sabe ser testigo de un instante que nunca se volverá a repetir.
Luego, en el círculo, otra voz se eleva.
Una voz tan antigua que parece provenir de más l