Julio se acomodó en su silla nuevamente, dejando la carpeta con todos los detalles del tratamiento sobre la mesa. Durante unos momentos, el silencio llenó la habitación. María José lo miró atentamente, sintiendo un peso en el pecho. Sabía que el tratamiento sería largo y duro, pero no estaba preparada para la magnitud de lo que significaba todo eso. Julio empezó a explicar, desglosando paso a paso lo que tendría que hacer.—El tratamiento será bastante riguroso —comenzó Julio, mirando a María José con seriedad—. Necesitarás varias sesiones de quimioterapia, aproximadamente cada dos semanas, y algunas pruebas más para monitorear tu progreso. Cada sesión tomará unas pocas horas, pero los efectos secundarios pueden ser duros, por lo que te recomendaría que te apoyes en alguien que te pueda ayudar. Además, necesitarás un seguimiento constante para asegurarnos de que el tratamiento esté funcionando como debería.María José escuchaba en silencio, absorbiendo cada palabra. Sentía como si una
Antes de que Isaac pudiera añadir algo más, ella colgó. No quería que la conversación se alargara más de lo necesario, sabiendo que las palabras entre ellos últimamente estaban cargadas de tensión y malentendidos.Guardó su teléfono en el bolso y salió de la clínica junto a Julio, quien la miró con una expresión amable pero algo preocupada. El ambiente a su alrededor parecía tranquilo, pero ella sabía que su mente aún estaba llena de preguntas y emociones difíciles de manejar.Mientras caminaban hacia el restaurante, María José intentó despejarse. La decisión de no contarle a Isaac todo lo que estaba sucediendo con Julio fue una decisión consciente. Necesitaba procesar todo por sí misma antes de abrir más puertas emocionales con él. La relación con Isaac era cada vez más complicada, y aunque lo amaba, sabía que aún había mucho que no entendía ni aceptaba.El almuerzo, pensó, podría ser una oportunidad para dar un respiro a su mente y continuar con la lucha por su salud. La conversació
Eliana acariciaba distraídamente el borde de su taza de té, perdida en las palabras de Samuel. El niño la miraba con esos grandes ojos marrones llenos de nostalgia y cariño, como si en su pequeño mundo no hubiera espacio más seguro que su compañía.—¿Te acuerdas de todo? —preguntó ella, sonriendo dulcemente.Samuel asintió muy serio, como si de repente fuera un adulto atrapado en un cuerpo chiquito.—Claro que sí, Eli. Recuerdo que me hacías sopitas calientitas y me dabas medicina. Aunque a veces no me gustaban, me las tomaba porque tú me decías que me iba a poner fuerte como un superhéroe —dijo inflando el pecho con orgullo.Eliana rió entre dientes, imaginándose a sí misma convenciendo a un pequeño Samuel de tomarse una cucharada amarga a cambio de ser invencible.—¿De verdad te acuerdas de todo eso? —insistió, enternecida.—¡Sí! Y también de cuando nos conocimos, de muchas cosas.Eliana dejó escapar una risa suave.—Ahora que lo dices… —musitó—, creo que sí recuerdo tu papá llegó a
Y entonces, con una ternura que pocas veces mostraba, caminó de regreso hasta el sofá. Se sentó al borde, apoyando los codos en las rodillas, como quien está a punto de contar una historia antigua y sagrada.—¿Sabías que la primera vez que intenté invitarte a salir terminé tirándome un café encima? —empezó, con una sonrisa torcida.Eliana rió bajito, llevándose una mano a la boca.—No...—Fue en el salón de clases de la universidad. —José Manuel negó con la cabeza, como recordando—. Llevaba semanas buscando el momento. Y cuando por fin me armé de valor, choqué con la bandeja de un becario y terminé empapado frente a todos.—¿Y yo? —preguntó ella, divertida.—Tú me ofreciste tu pañuelo —respondió él, bajando la voz—. Y después te reíste como si fuera la cosa más graciosa del mundo.Eliana sonrió, sintiendo en su pecho una nostalgia inexplicable. Como si pudiera ver esa escena, aunque su mente se negara a recordarla.—¿Te enojaste? —preguntó en broma.José Manuel soltó una carcajada sec
Eliana no podía dejar de mirar a José Manuel.El silencio en la habitación era tan denso que hasta el leve zumbido del ventilador parecía ensordecedor.Ella se había quedado abrazada al dibujo que Samuel le había regalado, con las palabras del niño todavía dando vueltas en su cabeza: "quiero que seas mi mamá".Y aunque cada fibra de su ser le pedía no insistir, algo más fuerte —algo que latía con fuerza en su pecho— la impulsó a hablar.—José Manuel... —dijo en voz baja—.Necesito saber la verdad.¿Quién es la mamá de Samuel?¿Por qué te pusiste asi?José Manuel no se movió de inmediato. Parecía una estatua, con la mandíbula apretada y los ojos clavados en el suelo.Finalmente, inspiró hondo, llenándose de valor.Se acercó despacio, arrastrando una silla junto a la cama de ella.Se sentó, pero en vez de mirarla, mantuvo la vista fija en sus propias manos, que descansaban entrelazadas sobre sus piernas.—Eli... —su voz tembló ligeramente al pronunciar su nombre—.Quiero que escuches to
El apartamento estaba en completo silencio, interrumpido solo por el sonido de los coches de juguete chocando suavemente entre sí. Isaac se recostó en el respaldo del sofá, observando la escena frente a él con un nudo formándose en la garganta. Gabriel, su pequeño, estaba sentado en el suelo, rodeado de bloques de construcción, carritos, peluches, y aun así, había en su carita una expresión de evidente aburrimiento, de una tristeza silenciosa que lo hizo sentir más perdido que nunca. Después de un rato viéndolo, Isaac se incorporó y caminó hacia él con pasos lentos. Se agachó a su lado, recogiendo uno de los bloques para unirse al juego, aunque claramente no sabía muy bien qué hacer.—¿Qué haces, campeón? —preguntó con una sonrisa forzada.Gabriel soltó un suspiro pesado, de esos que solo los niños que han perdido la emoción del momento saben dar, y sin mirarlo directamente, dejó caer uno de los carritos de sus manos.—Estoy aburrido —dijo simplemente, como si no hubiera solución posi
Isaac caminaba por la acera con Gabriel de la mano. El sol estaba alto, y el aire estaba impregnado con el calor de la tarde, pero Isaac no podía disfrutar del momento. Había algo en su mente que no lo dejaba tranquilo. Aunque estaba acostumbrado a llevar a Gabriel a jugar, hoy se sentía distinto. No era la primera vez que su hijo salía a jugar con Samuel, pero había algo en esta ocasión que lo tenía nervioso, algo que no podía ignorar.¿Qué pensará María José de esto?Era la primera vez que Gabriel iría a la casa de Eliana, aunque Samuel fuera un amigo. Isaac no sabía cómo tomaría María José que su hijo estuviera tan cerca de Eliana, ni cómo reaccionaría Eliana. Aunque la situación era inocente, el pasado de Isaac y Eliana, las huellas de su vieja amistad, se cernían sobre ellos como una sombra, y no estaba seguro de si esa sombra sería capaz de disiparse con el tiempo.—Papi, ¿cuándo llegamos? —preguntó Gabriel con su voz alegre, tirando de su mano mientras saltaba hacia adelante.I
Eliana no apartaba la vista de Isaac, y sus labios se curvaron en una sonrisa que expresaba más que palabras. La sinceridad de su gesto era inconfundible.—Claro, quiero ir a verlo —respondió con voz llena de afecto. —Es un niño afortunado. ¿Cómo está? ¿Se lleva bien con Samuel?Isaac sintió una leve presión en el pecho al escuchar la pregunta, pero trató de mantener la calma.—Sí, se llevan muy bien —dijo Isaac con una sonrisa que solo una parte de él sentía que podía ser genuina—. Es un niño muy activo, y Samuel lo adora.Eliana se quedó unos segundos en silencio, como si sus pensamientos estuvieran corriendo por su mente a toda velocidad. Luego, como si recordara lo que realmente le importaba en ese momento, dio un paso hacia adelante.—Déjame ir a conocerlo —dijo con entusiasmo, como si fuera una aventura el tener la oportunidad de ver a ese niño que Isaac había traído consigo.Isaac la miró, un poco sorprendido por su entusiasmo. Había algo en su tono que lo hizo sentirse más rel