El sentimiento de tristeza comenzó a transformarse en algo más grande, algo que había estado guardando dentro de sí misma durante tanto tiempo: una chispa de lucha. Una chispa que había encendido su fuego interno. Recordó a Gabriel, a su hijo, y cómo él había estado siempre a su lado, apoyándola en cada paso, en cada momento difícil.
—Voy a luchar por Gabriel —dijo en voz baja, sus palabras llenas de una determinación renovada. "Voy a luchar por él, no me voy a rendir, ni por él, ni por mí misma."
María José se levantó de la cama y se acercó a la ventana, mirando las luces que iluminaban la ciudad. "Voy a luchar por mí, por mi salud, por mi felicidad. Y si Isaac no puede verme ahora, algún día lo hará. Pero no voy a esperar más. No voy a quedarme esperando a que algo cambie por sí solo. Voy a cambiar yo."
Con esas palabras en su mente, se secó las últimas lágrimas y respiró profundamente. Sabía que la batalla que tenía por delante no iba a ser fácil. Pero también sabía que ya no era