Isaac respiró hondo frente a la puerta de la habitación. Dudó unos segundos, con la mano a medio levantar, antes de atreverse a tocar suavemente.
Del otro lado, Eliana levantó la cabeza al escuchar el llamado.
—Adelante —dijo, con voz tranquila.
Isaac abrió la puerta y entró despacio, llevando consigo una mezcla de nerviosismo y tristeza en su expresión.
—Hola —saludó, esbozando una sonrisa tímida.
—Hola —respondió ella, sentándose mejor en la cama.
Se miraron por unos segundos, como si ninguno supiera bien cómo empezar esa conversación que ambos sabían que sería difícil.
Finalmente, fue Isaac quien rompió el silencio.
—He venido a despedirme —dijo, su voz apenas un susurro—. Sé que después de lo que pasó en el almuerzo estás enojada... y lo entiendo. Pero ya debo irme.
Eliana bajó la mirada, sintiendo una punzada de culpa.
—Isaac... —empezó, pero él levantó una mano, pidiéndole que lo dejara continuar.
—No quiero que pienses que te oculté algo por mala intención —añadió, acercándose