Eliana seguía abrazada a sí misma, sintiendo la maraña de emociones que Andrea había removido con sus palabras. El peso de la incertidumbre era demasiado grande para ignorarlo, y aunque una parte de ella quería huir de todas esas sensaciones nuevas y desconocidas, la otra parte deseaba entender... recordar… sentir.
Se volvió hacia Andrea, con el rostro bañado en una mezcla de confusión y esperanza.
—Andrea… —murmuró, tragando saliva antes de animarse a formular su pregunta—. Si yo estuviera en sano juicio… si tuviera mi memoria completa… ¿crees que estaría con José Manuel? ¿O habría elegido estar sola?
Andrea suspiró hondo. Se acercó y se sentó junto a ella en la cama, como si necesitara estar más cerca para poder decir lo que venía.
—Eliana… tú siempre fuiste muy fuerte, muy independiente. De esas mujeres que parecen no necesitar a nadie para salir adelante. Y, ante todos, te mostraste así también con José Manuel. Indiferente. Distante. Pero —hizo una pausa, mirándola con una ternura