Contigo tengo más química.
Ethan dejó de respirar durante un segundo.
Literalmente.
El rostro de él, que un par de segundos antes estaba concentrado, sereno, analítico como siempre, cambió.
Se tensó en la mandíbula, se le frunció apenas el entrecejo, y su postura —esa postura perfectamente controlada que Amanda ya empezaba a reconocer en él— se quebró lo suficiente como para dejar ver sorpresa pura… y preocupación.
Mucha preocupación.
—¿Qué? ¿Renunciar? Amanda… ¿qué estás diciendo?
Ella levantó la mirada y Ethan vio en sus ojos vio la rabia, el cansancio, la vergüenza, el dolor acumulado, incluso miedo.
Un miedo que no venía solo de lo que la gente decía, sino de todo lo que se había guardado desde hacía semanas.
—Que no puedo más, no puedo seguir viniendo a un lugar donde me humillan, donde me atacan, donde tengo que estar a la defensiva todo el tiempo… —dijo, con los labios temblando y bajó la mirada al suelo—. No voy a seguir aquí, Ethan. Prefiero perder este trabajo antes que perder lo que queda de mi paz m