Renuncio.
Amanda despertó con la sensación de que no había dormido, sino que se había desmayado. La luz que entraba por la ventana era tenue, pero suficiente para recordarle que el día ya había empezado… le gustara o no.
Pero lo extraño fue que, a pesar de todo, estaba sonriendo.
Por un instante, antes de abrir bien los ojos, pensó que todo lo de la noche anterior podía haber sido un sueño. Daniel, Ethan sentado en su sofá como si siempre hubiera pertenecido a ese espacio, Rebeca haciendo chistes nerviosos… y esa frase que todavía le vibraba en el pecho.
“Me importas.”
El recuerdo la golpeó con tanta claridad que el corazón le dio un salto tonto.
Se acordó de la forma en que se habían quedado en el sofá, sin decir demasiado. Ethan se había quedado el tiempo justo: lo suficiente para que su presencia apagara el ruido en la cabeza de ella, para que el temblor de sus manos disminuyera, para que la respiración dejara de ser una batalla.
No la presionó para hablar. No la interrogó. No le exigió expl