Después del aullido, todos volvimos al salón para descansar un poco. Marco se sentó en el banco y Rosa le dio un trago de té de menta — lo ayudaba a relajarse. “¿Crees que la espada de Cayetano realmente no puede hacerme daño?” pregunté a Mireya, que estaba sentada a mi lado.
“La espada puede suprimir tu poder por un rato”, dijo Mireya, mirando el colgante en mi cuello. “Pero el amor que lo alimenta… no se puede destruir. Cuando te sientas débil, mira ese colgante y recuerda a tu abuela. Recuerda a todos los que te quieren.”
Ese atardecer, Liam me llevó al río donde jugaba de niña. El agua estaba calmada, y la luna se reflejaba en ella como un disco de plata. “Recuerdo cuando te enseñé a nadar aquí”, dijo Liam, sentándose en la piedra. “Tenías miedo de ahogarte, pero te animaste porque querías alcanzar el otro lado.”
Recuerdo — Era un verano de cuando estábamos empezando a salir. Liam me cogió la mano y me llevó al agua. “No tengas miedo”, me dijo. “Yo estoy aquí.” Me sostuvo mient