Capítulo 3

Probablemente el único momento en que fui alguien fue en la universidad.

En ese edificio roñoso donde estudiábamos teatro, tenía amigos, tenía vida… y todo el mundo pensaba que me esperaba un gran futuro.

Fue allí donde la conocí a ella.

Hellen. Tan hermosa que cuando entraba al salón, todas las miradas se inclinaban hacia su brillo artificial. Todos desesperados por triunfar, pero yo nunca entendí lo que significaba la competencia hasta que apareció ella.

Al principio intenté ser su amiga.

Y ella fingió ser la mía… mientras en secreto ponía a todos en mi contra.

Siempre le molesté.

Le molestaba que, por más contactos que usara o por más perfecta que fuera su cara, los maestros me elogiaban a mí. La criticaban a ella. Explotaba cada vez que yo conseguía los protagónicos, que los estudiantes de cine me eligieran para sus cortos.

Así que convirtió la universidad en una guerra.

En esa época yo estaba llena de orgullo y sueños, así que pelee de vuelta.

Me volví condescendiente cada vez que me daban un papel.

Me burlé cuando la eligieron como mi suplente.

Y respondí a cada uno de sus ataques.

Hasta que la vida me golpeó.

Cuando me gradué sin trabajo, cuando mi papá huyó dejándonos endeudadas, ya no pude perseguir mis sueños. Tuve que cuidar de mi hermana pequeña y aceptar cualquier trabajo que apareciera.

Lo más cerca del cine que pude estar fue como asistente en una agencia.

Y estaba bien.

Solo quería pagar la deuda, mandar a Rubí a la universidad y seguir enviando audiciones… hasta que un día lo lograra.

Pero entonces, cuando ya me había olvidado de ella, su rostro apareció en todas las revistas.

A su lado estaba él: Andrew Palvin.

Ella sostenía su brazo y todos querían saber quién era la mujer que había cautivado al heredero más codiciado de Hollywood.

En dos años ya era una actriz reconocida.

Solo por él.

Por haber tomado ese brazo dorado.

Por enamorar al boleto dorado de la industria.

Un hombre capaz de abrir todas las puertas.

Y yo terminé trabajando como su esclava… esperando una oportunidad.

Y ahora aquí estoy: eligiendo el anillo que la llevará oficialmente a lo más alto.

Yo, sosteniendo entre mis manos el símbolo de su coronación.

Tenía la esperanza de que él se cansara de ella.

De su personalidad podrida.

Que buscara a alguien a su altura.

Pero no: se casará.

Maldita sea.

—¿Pasa algo? ¿No te gusta ninguno? —escucho su voz a mi lado.

Siento su figura alta acercarse y trato de poner buena cara.

—Son tan hermosos que… no sé cuál elegir —miento.

—Te traje porque la conoces desde hace años, pero no estás siendo de mucha ayuda —dice cruzándose de brazos, analizando todo con esa calma irritante.

Intento sonreír, pero la sonrisa muere a medio camino.

—Realmente no somos tan cercanas.

Él frunce el ceño.

Aprieto la mandíbula. No debo desperdiciar esta oportunidad. Necesito ganarme su favor.

Si lo ayudo aquí… me deberá algo, ¿cierto?

Lo tomo del brazo y lo guío hacia el otro lado de la tienda. Él se sorprende, pero se deja llevar.

En una vitrina reluce un anillo con un diamante tan grande que parece obsceno.

—¿Es este el más caro de la tienda? —pregunto amablemente a la vendedora.

—Sí. Diamante natural de 15 quilates. Se vería hermoso en usted —dice sonriendo.

Miro a Andrew de manera intencional. Él mantiene el rostro neutro.

—No, no… es para…

—Queremos probarlo —lo interrumpo antes de que diga algo más.

La vendedora me mira confundida, pero no cuestiona nada. Mis manos son similares a las de Hellen; es lógico querer verificar.

—¿Sabes cuánto mide su dedo? —pregunta Andrew cuando le entregan el anillo.

Es su novia y no sabe.

Los hombres ricos realmente no se esfuerzan.

—Tenemos la misma medida, creo —respondo.

Él toma mi mano.

Trato de no mirarlo, pero termino haciéndolo.

He visto actores todos los días, pero Andrew es… otra cosa.

Un rostro perfecto. ¿Tendrá cirugía? ¿Cómo puede alguien verse así?

Claro, su madre fue una supermodelo. Eso explica mucho. Sus hombros anchos… seguro ocultan un cuerpo impecable debajo de ese traje hecho a medida.

Extiendo la mano por inercia.

La suya es fría, firme.

No debería ponerme nerviosa, es solo un anillo… pero es inevitable.

Él es el tipo de príncipe con el que todas soñamos de niñas. Y él, a diferencia de la mayoría, se mantuvo fiel a una sola mujer. Podría tener a quien quiera, y aun así planea casarse tras dos años.

La única diferencia entre ella y yo… es él.

Andrew desliza el anillo lentamente en mi dedo.

Es demasiado fino para mí.

Demasiado caro.

Se siente ajeno, imposible…

pero también hermoso.

Como si algo inalcanzable hubiera caído, por error, en la palma de mis manos.

Él sonríe al ver que encaja.

Una sonrisa perfecta…

y mi corazón late raro.

Si él no se hubiera enamorado de ella,

ella no sería nadie.

Y si este anillo fuera para mí…

¿Cómo sería mi vida?

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