Capítulo 2

Comienzo a levantar mi blusa y, cuando el aire frío roza mi vientre, veo su mirada.

Cómo la comisura de su boca se eleva apenas.

Y entonces, como un balde de agua helada en la espalda, la conciencia me golpea.

¿Por qué él me pediría que me desnude?

Ni siquiera soy el tipo de mujer que un hombre como él mira.

Nadie en su sano juicio daría un primer paso así.

Y aunque fuera el caso… ¿por qué demonios hago lo que él dice?

Bajo la blusa y uso mis brazos para cubrirme, retrocediendo un paso.

—¿Para qué quiere que me quite la ropa?

Me lanza una mirada divertida y trata—sin éxito—de ocultar la risa.

—Obviamente no me refería a que lo hicieras frente a mí.

—¡Entonces hable claro! —Mi voz se eleva más de lo que debería. Rápido vuelvo a la compostura obediente que me caracteriza. No puedo olvidar que este hombre es el novio de mi jefa. Y no solo eso: es el presidente de la productora más influyente de Hollywood, un nepo baby de los negocios que heredó medio imperio cinematográfico. Puede arruinar mi inexistente carrera con un chasquido… o llevarme directo a la cima si gano su favor—. Perdón, señor… tuve un mal día.

—¿Por eso estás toda sucia?

Agacho la cabeza, avergonzada.

En las pocas oportunidades que tuve de estar cerca de él, siempre intenté verme presentable. Deseé que notara que mi rostro merece estar en pantalla. Que alguna vez pudiera hablarle de mis sueños.

¿Es esto una señal del destino?

La primera vez en un año que Andrew me habla y yo estoy sudada, despeinada y empapada en café.

Pero… ¿por qué me habla de la nada?

—¿Necesita algo de mí, señor?

Revisa su teléfono y me mira de reojo, como si hubiera preguntado la cosa más estúpida del mundo.

—¿Estarías aquí si no necesitara algo de ti? ¿Crees que tengo tiempo para perder?

La Eva de hace unos años le habría respondido como él merece.

Pero esa Eva murió.

—¿Qué necesita de mí, entonces? Hellen está afuera.

—Lo sé. Y necesito que Hellen no sepa de esto. Vas a acompañarme a un lugar.

—¿Yo?

—¿Hay alguien más aquí?

—¿A dónde quiere que vayamos?

—Primero cámbiate y escápate. Te espero en mi auto. Sabes cuál es mi auto, ¿cierto?

Asiento.

Andrew sale antes de que pueda hacer otra pregunta.

Cuando la puerta se cierra, pateo el aire con frustración. Estoy harta de la forma déspota en que todos me hablan. Como si por no tener dinero o conexiones no mereciera respeto. Como si fuera un mueble más del set.

Ya verán.

Aguanto tanto y por nada.

Cuando llegue a la cima, voy a vengarme de todos ellos.

Por ahora solo puedo callar.

Una de las chicas de vestuario se apiada de mí y me presta un viejo vestido usado por un extra: estilo años 50, demasiado corto, amarillo con lunares gigantes. Yo, que siempre visto colores sobrios, no puedo evitar pensar que parezco un maldito payaso.

Hellen está grabando sus escenas; con su “gran talento” seguro tengo un par de horas.

Salgo al estacionamiento. Encontrar el auto de Andrew no es difícil: solo debo buscar el vehículo más estúpidamente caro del lugar. No sé la marca, solo sé que mientras más caro, menos espacio tiene. ¿Quién diablos quiere un auto de dos asientos?

A lo lejos veo una máquina negra que podría alimentar un país entero.

Sonrío—o practico la sonrisa, más bien—. No todos los días me subo al auto de Andrew Palvin.

Camino lento, estos tacones prestados me aprietan y me obligan a balancearme como recién nacida. Repito mi currículum en mi mente: me gradué con honores en artes escénicas, tres años de teatro, dos de teatro musical, un par de apariciones mínimas en TV.

¿Cómo meto todo eso en una conversación casual sin parecer desesperada?

Antes de pensarlo, ya estoy dentro del auto.

Él me mira, esperando mi siguiente movimiento. Y yo… sonrío. Falsa. Torpe.

M****a, se supone que eres actriz, Eva.

—¿Qué quería decirme?

Sus ojos, casi cristalinos, recorren mi cuerpo otra vez. Sin pudor.

Rompe un récord personal de incomodidad. Bajo el vestido, que se subió más al sentarme, cuando siento su mirada clavada en mis piernas.

—No había nada más que pudiera usar —susurro. Sigue mirándome sin parpadear. ¿Qué le pasa? ¿Está tratando de intimidarme?—. Es una película histórica…

Desvío la mirada a cualquier parte.

—Te llamé porque necesito tu ayuda.

—¿Mi ayuda? ¿Cómo podría yo ayudarle?

—Voy a proponerle matrimonio a Hellen. Quiero que me ayudes a elegir un anillo, por supuesto.

Algo en mi pecho se aprieta.

Se van a casar.

Claro que lo harán. Ser su novia la llevó a la pantalla grande. Ser su esposa la convertirá en una diosa intocable. La más poderosa del medio.

Ella.

¿Por qué ella?

¿Qué demonios tiene ella?

¿Por qué Andrew la eligió?

¿Por qué tenía que enamorarse… precisamente de Hellen?

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