DANTE
Giulia no dejaba de caminar de un lado a otro, como un animal enjaulado. La observaba mientras sus pasos nerviosos resonaban en la sala, y lo único que pensé fue que si seguía así, acabaría abriendo un maldito agujero en el suelo.
—Si sigues caminando de esa manera —le dije, con un deje de burla en la voz—, vas a desgastar la madera.
Ella se detuvo de golpe y me miró con furia.
—No entiendes, Dante. Tengo que regresar al hospital. Isabella está ahí, y yo debería estar acompañándola. ¡Pero por tu culpa no puedo! ella va abrir sus ojos y le prometí que yo estaría ahí Te odio Dante.
Su voz me perforó los oídos. Esa desesperación… parte de mí la odiaba, pero otra parte la comprendía demasiado bien.
—Lo que deberías hacer —respondí, sin perder la calma— es alistar tus cosas. Las negociaciones con Ivan serán rápidas y no tendrás tiempo para correr a ningún lado.
Ella bufó, girando el rostro. Siempre tan terca. Yo estaba a punto de replicar, cuando chasqueé los dedos. Marco apareció