Iván conducía en silencio, con el gesto endurecido y la mirada fija en la carretera. A su lado, Fiorella se removía en el asiento. El ambiente en el auto era tan denso que parecía que el aire faltaba.
—Necesito saber por qué te fuiste de emergencia con tu padre ¿Pasa algo grave? —dijo al fin, rompiendo ese silencio que la sofocaba.
Iván no apartó la vista del camino. —Recibimos una visita importante.
Fiorella frunció el ceño. —¿Qué tipo de visita?
—Te lo contaré después —respondió seco.
Ella no se contuvo. —¿Después de qué?
Entonces él giró la cabeza, sus ojos fríos y molestos. —Fiorella, deja de hacer preguntas.
Ella se cruzó de brazos con rabia, cerrando la boca, pero su mirada reflejaba enojo y descontento. El resto del trayecto transcurrió en absoluto silencio.
De pronto, Iván se desvió del camino principal. Fiorella lo observó con desconfianza cuando estacionó frente a un lago tranquilo, iluminado por la tenue luz de la luna. Sin decir palabra, Iván apagó el motor, bajó del auto