CAPÍTULO 68

GIULIA

El hospital olía a desinfectante, a nervios y a esperanza. Isabella estaba recostada en la cama, lista para la operación. Yo me acerqué, tomé aire y forcé una sonrisa para que no notara el temblor en mis manos.

A mi lado estaba Ivanok, el anciano con ese rostro serio, pero amable que intentaba transmitir calma.

—Tengo miedo —susurró Isabella, mirándome con esos ojos brillantes.

Me incliné hacia ella y le acaricié la frente.

—No tengas miedo, Isa. Yo voy a estar contigo, A tu lado, y no voy a soltarte la mano en ningún momento. Cuando despiertes aquí estaré.

Ella me apretó la mano con fuerza.

—Me siento nerviosa mamá. Es que… cuando despierte, voy a poder ver tu rostro. —Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero sonrió—. Y eso me hace feliz.

No pude evitar quebrarme. Sentí cómo mis lágrimas rodaban por mis mejillas mientras intentaba sostener la voz firme.

—Entonces despierta, rápido, ¿sí? Porque te estaré esperando.

Ivanok dio un paso al frente, apoyándose en su bastón.

—To
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